Ubicado en San Pedro Garza García, Koli ofrece una cocina de origen muy norteño, y vaya que tienen claro el concepto porque lo presentan desde que llegas a tu mesa y ves los platos iniciales con las siluetas de nuestras famosas montañas.
Su propuesta es “vivir la experiencia Koli”, que comienza desde que, al llegar al restaurant, el personal te recibe atentamente, y se sigue cuando conoces sus ingeniosas representaciones de Nuevo León en nueve tiempos, todos ellos platillos armados armoniosa y detalladamente.
Comenzamos con la Fiesta de los Chicales, que forma parte de las tradiciones de Galeana, Nuevo León.
La manera en que los Hermanos Rivera Río encontraron para llevarla al plato fue a través de un pequeño tazoncito con una máscara alusiva a la tradición en una pequeña oblea, que en contacto con el caldo y las especias, se hidrata y puedes consumir junto a los elotes que contiene el tazón. Una excelente opción para comenzar.
El siguiente tiempo fue realmente uno de mis favoritos. Me sorprendió la forma tan espectacular en que te hacen saborear la carne seca en lo que llaman “meteorito”. Francamente delicioso. Éste se complementa con otros dos alimentos, que incluye un buñuelo con cabuches y los tradicionales tamales juareños, pero en una presentación que, literalmente, te hace ver con nuevos ojos a los típicos tamales.
Acto seguido, nos pusieron en la mesa la que dicen es la única ensalada del restaurante, y entiendo que sea única porque es simplemente deliciosa y no necesita una alternativa. Son esferas de sandía con jacube, que es una especie de cactus que colocan encima, pero que mezclan con jocoque, frijol negro, nuez, una galleta de miel y hasta cebolla. La recomendación es llevar a la boca todos los elementos para que puedas disfrutar a plenitud la combinación, que te refresca y además alista tu paladar para los siguientes platillos.
Nuestro nuevo plato incluía de base pipián verde con una espuma de queso de la montaña, un ‘match’ perfecto con la proteína del plato, una lobina rayada que, nos explicaron, pasan por un proceso de ocho días de maduración antes de hacerla llegar a tu plato.
Los platillos los acompañas con maridaje de vino blanco y rojo o alguna otra bebida que sea de tu preferencia.
El desfile de sabor continuó frente a nosotros, pasando por una mezcla de wagyu japonés, angus americano y mole neoleonés.
Pero sin lugar a dudas, el placer más grande llegó acompañado de la brasa, que en un ganache de chocolate que representa el carbón usado para la carnita asada de los fines de semana y que empata perfecto con el nombre del menú de la décima temporada que se llama Nido, y vienen a recordar el hogar, la familia; el punto de encuentro con los seres queridos.
Si te interesa saborear todo el menú debes agendar pronto tu visita porque los chefs están constantemente renovando los platillos y el concepto de la temporada.
La experiencia concluye con un dulce de leche muy especial en el que hasta la envoltura está para ser saboreada.