El migratorio
Donald Trump ha amenazado con deportaciones masivas y un alza de aranceles, sin embargo, eso no será todo, hay que esperar más medidas contundentes a partir del 20 de enero, cuando llegue al poder.
Intentará echar mano del ejército para expulsar inmigrantes, y ha prometido campamentos de detención a gran escala.
Presionará con quitar las ayudas humanitarias a los indocumentados; revocar la ciudadanía automática; restringir las solicitudes de asilo, e incluso endurecer la tramitación de todos los tipos de visa.
Mucho de esto lo iremos viendo en los próximos meses, no sólo porque el futuro presidente lo prometió, sino porque así lo espera una gran parte de su fiel base.
Sin embargo, para que sus amenazas se cumplan cabalmente, Trump necesitará todo un entramado legal que no está a su absoluta disposición.
Tendrá también que enfrentar las quejas de organizaciones civiles y defensoras de los derechos humanos, así como la oposición política y las leyes de algunos estados que no simpatizan con su visión.
Además, allá y acá sabemos que la gran población migrante, especialmente la de reciente arribo, no se enfoca en otra cosa que en trabajar, es honesta y además muy productiva.
El comercial
Los estadounidenses le compran más bienes y servicios a México, no porque nuestro país los obligue, sino porque les conviene: les ofrecemos calidad y excelentes precios.
Son sus mismas fábricas las que producen mucho de lo que ellos importan desde México.
Fue Trump quien presionó en 2020 la renegociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN), el cual derivó en el actual T-MEC, restableciendo así las reglas comerciales de Norteamérica.
Y fue con ese T-MEC que México se convirtió el año pasado en el país del que Estados Unidos importa más mercancías, superando incluso a China.
Con Trump el problema comercial se enfocará, eso sí, en combatir las amplias libertades que México brinda a los capitales chinos en su territorio, pues los estadounidenses se quejan continuamente de que los productos del país asiático compiten deslealmente con los suyos.
El de la seguridad
Será probablemente el más difícil de lidiar, pues mucha de la clase conservadora de Estados Unidos -que triunfó en la pasada elección- culpa a México de la crisis de drogas que allá se vive.
Las muertes por fentanilo en el país vecino han crecido a tasas alarmantes y ya representan dos terceras partes de las muertes por sobredosis. Además, la droga es ya la principal causa de muerte entre personas de 18 a 49 años.
La mayor parte del fentanilo que consumen los adictos en Estados Unidos se fabrica en laboratorios clandestinos de México, donde a su vez se utilizan precursores químicos chinos.
Pero así como las organizaciones criminales llevan la droga hasta la frontera, son sus contrapartes las que la internan en territorio estadounidense.
Es el dinero de aquel país el que alimenta a esta peligrosa industria. Y son también las armas que se importan desde EU, las que equipan a las organizaciones criminales que han atizado la terrible crisis de seguridad que hoy vivimos en México.
Es un problema con varios flancos al que sólo un trabajo bilateral inteligente y coordinado podría hacerle frente.
Sin embargo, no será fácil para la potencia de Norteamérica entender su parte de responsabilidad, por lo que se nos vienen fuertes presiones, alentadas por una oposición local que clama irresponsablemente, por el intervencionismo estadounidense.