Los jefes tóxicos pueden ser útiles para las organizaciones porque suelen darles resultados. Sin embargo, a la postre se convierten en obstáculos para la colaboración y el crecimiento. Así lo plantean especialistas al explicar que este tipo de liderazgos tienden a priorizar el control y el poder, pero al mismo tiempo pueden ser devastadores para sus subordinados y para el futuro del negocio.
Verónica Salatino, head & founder de Makana Comunicación Estratégica & Coaching Ejecutivo, afirma que los jefes tóxicos afectan directamente la productividad y creatividad en los equipos de trabajo.
Los empleados, agrega, “pierden la motivación para aportar ideas o asumir riesgos porque temen ser juzgados o castigados”.
Incluso, advierte, los colaboradores pueden experimentar estrés crónico, ansiedad, agotamiento emocional y depresión, lo que afecta su rendimiento y daña su autoestima.
Los jefes tóxicos crean un entorno pesado donde predomina la desvalorización y la desmotivación, amplía la especialista.
El mal liderazgo de alguien a bordo repercute además en una alta rotación de personal que termina costándole a la empresa tiempo y dinero.
Según la consultora Gallup, los empleados que no se sienten valorados tienen un 37% más de probabilidades de renunciar. Sin embargo, reemplazar a un empleado puede costar entre el 50% y el 200% de su salario anual.
Por ello, Salatino, recomienda a las organizaciones detectar estos liderazgos e invertir en su capacitación y en su desarrollo de habilidades, lo que contribuirá a mejorar el clima laboral.