OPINIÓN

De la Vivienda a la Ciudad Digna

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En Nuevo León 5 % del territorio concentra 83 % de la población, 87.7 % del PIB, 85 % de las empresas, 89.9 % del empleo y también concentra la mayor cantidad de personas en situación de pobreza, como señala el Plan Estratégico 2030.

Necesitamos ser conscientes de que, al hacer ciudad, no solo se construye lo físico, sino también lo social y lo ambiental. La ciudad nos construye y nos define, debiendo proveernos equitativamente de oportunidades para desarrollarnos.

El costo de la ciudad va más allá de lo económico: cómo son nuestras ciudades termina definiendo cómo vivimos y lo que podemos llegar a ser.

En las últimas décadas la política de provisión de vivienda basada en un modelo especulativo y expansionista pareciera que no trataba de facilitar la adquisición de una vivienda, sino de fortalecer al mercado inmobiliario aprovechando el discurso de la inseguridad y fomentando la segregación construyendo viviendas para después exigir los servicios y equipamiento.

Una oferta localizada predominantemente en la periferia y con alrededor de 230,000 casas deshabitadas (Sedesu, 2020) ha dado como resultado una metrópoli insostenible.

Una región en donde la población total se duplicó en un periodo de 30 años mientras la superficie urbanizada creció casi tres veces en el mismo periodo (ITESM, 2020) generó externalidades como 1.43 horas promedio por viaje en transporte público e índices de contaminación del aire que rebasan los límites permitidos.

La dispersión fomenta la segregación y la fragmentación además de que lo público se sustituye por lo privado; por ejemplo, el transporte colectivo por transporte de personal o el espacio público al quedar dentro de fraccionamientos amurallados.

Tampoco podemos caer en estereotipos como que la densidad lo cura todo. Barcelona y Ciudad Nezahualcóyotl tienen una densidad de 16,000 y 16,436 hab/km2, respectivamente, y son muy distintas entre sí; la densidad mal entendida también puede ser un problema.

La solución es compleja, la “planificación” ha enviado a la población fuera de la ciudad, con deudas a 15 o 20 años, y ahora les pedimos que vuelvan al centro.

Estamos ante la oportunidad de retomar el espacio colectivo, como puente entre lo público y lo privado, trabajado en conjunto con la vivienda colectiva como parte importante en la construcción de nuestro futuro, territorio y sociedad.

Para lograrlo necesitamos coconstruir una visión común en donde se entienda la importancia de la vivienda colectiva y el espacio público como vehículo integrador de la sociedad.

Pasar de simplemente construir vivienda, de la banqueta hacia adentro, a impulsar la vida colectiva y el espació común en donde se integre el tejido urbano a la par que el tejido social.