KARLA TORRES

Crisis humanitaria en Nuevo León

Escrito en OPINIÓN el

Ya es parte de nuestra normalidad pasear o transitar por las calles de Monterrey y el área metropolitana y toparnos con migrantes.

Sabemos que lo son por sus acentos, por su aspecto diferente al nuestro, pero sobre todo porque les vemos pidiendo ayuda o trabajo en los cruceros.

Las personas, usualmente de origen centroamericano que buscan llegar a Estados Unidos, están en Monterrey esperando el momento adecuado para continuar con su travesía hacia un mejor futuro.

Son padres, madres, hijos e hijas, que huyendo de la violencia y miseria, solamente anhelan vivir mejor; en un lugar con mayores oportunidades.

No en pocas ocasiones me ha tocado escuchar y leer en redes sociales comentarios xenofóbicos contra esta población y hay que decirlo con todas sus letras: en Nuevo León se discrimina a todo lo diferente.

Me parece muy necesario que seamos autocríticos y así como tenemos la fama de emprendedores, también la tenemos de cerrados y discriminatorios.

Es importante que conozcamos la situación tan complicada que viven estas personas para que ampliemos nuestro criterio: no es correcto que les criminalicemos.

Sería mejor unir esfuerzos para encontrar soluciones que les brinden una mejor calidad de vida, que los acojamos aquí en nuestra tierra.

De acuerdo con datos de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, en 2020 se registraron 24 quejas por parte de la población migrante, mientras que hasta agosto de este año ya van 123.

Las principales quejas son: detenciones arbitrarias, tratos crueles o inhumanos, obstaculización del reconocimiento de la personalidad jurídica y uso desproporcionado de la fuerza.

El 61 por ciento de las quejas las concentra el Instituto Nacional de Migración; el 8 por ciento, Fuerza Civil; el 6 por ciento, la Policía de Guadalupe, y el 4 por ciento, la Policía de Monterrey.

El resto se divide entre varias dependencias. Aunado a esto, tenemos encima la pandemia y los albergues al tope de su capacidad.

Estamos frente a una crisis humanitaria y ni la sociedad civil ni el gobierno podemos mirar hacia otro lado. Necesitamos actuar. Estas personas merecen un futuro libre de violencia.

No podemos seguir siendo esta sociedad con doble moral, que por un lado sale a agitar pañuelos azules supuestamente a favor de la vida y al mismo tiempo desdeña y cierra sus puertas a cientos de seres humanos que están aquí mismo, en nuestra ciudad, pidiendo oportunidades. Es urgente que seamos más congruentes y más humanos.

Nota: La opinión de los columnistas es responsabilidad exclusiva de los mismos.