Estamos viendo en tiempo real cómo se escribe la página más importante de la narcopolítica en México en una generación. Los protagonistas son, aquí, el fiscal general Alejandro Gertz Manero y el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, y en Chicago, los hermanos Ovidio y Joaquín Guzmán López, hijos de El Chapo Guzmán. La trama muestra el quiebre del poderoso Cártel de Sinaloa, producto de, una vez más, traiciones internas y guerras fratricidas, que no se vivían desde que Ismael El Mayo Zambada traicionó al Chapo, su socio y compadre y contribuyó a que un comando de elite de la Marina, con el apoyo logístico de la DEA, la CIA y el Departamento de Alguaciles, lo detuviera en 2015.
Gertz Manero difundió el domingo un comunicado donde no aportaba ninguna novedad sobre la captura de Zambada, pero ratificaba sus dichos sobre la traición de Joaquín hijo, de una reunión con los exrectores de la Universidad de Sinaloa, Rocha Moya y el diputado federal Héctor Nemesio Cuén, y del asesinato de este último. El boletín informativo que no informaba, agregaba a lo irregular por el día de su difusión, lo cual se puede explicar porque este lunes, Ovidio iba a tener una nueva audiencia en la Corte Federal de Chicago donde lo importante no estaba en el desahogo ante la jueza sino en lo que reveló su abogado, que sus clientes están negociando con los fiscales estadounidenses un acuerdo de colaboración.
Esta dinámica del uno-dos establece dos bandos. Uno, el mexicano, donde el apoyo implícito es por El Mayo Zambada, a quien le dieron credibilidad a sus dichos en una carta que difundió en las redes sociales casi dos semanas después de su captura, y denuncia la traición de los chapitos. El otro, el estadounidense, donde el respaldo es para los chapitos, con quienes tuvieron deferencias desde antes de la captura del jefe del Cártel de Sinaloa, al trasladar a Ovidio de una cárcel a una casa de seguridad 48 horas antes de que oficialmente su hermano entregara a Zambada a las autoridades estadounidenses, quien también fue llevado a otra casa de seguridad -¿o sería la misma?- en lugar de ingresar a la prisión.
En medio de todo esto quedó Rocha Moya porque quedó expuesto y desprotegido. La carta de El Mayo le colocó el rayo láser sobre la frente al mostrarlo como un intermediario regular de las diferentes facciones del Cártel de Sinaloa. Sin embargo, en los dichos de Zambada, queda colocado del lado de los chapitos, pues en la narrativa que hizo pública el capo mayor, es el único que, o no fue detenido en Estados Unidos, o está muerto, como Cuén, con quien tenía una enemistad tan profunda, que en un video reciente lo hizo responsable de cualquier cosa que pudiera pasarle.
Rocha Moya ha negado que hubiera sido invitado a esa reunión, más aún que hubiera estado presente. Ha insistido que viajó a Los Ángeles, pero la única información que está documentada en los informes de inteligencia del gobierno mexicano, es que quien viajó en el equipaje de una tercera persona era su teléfono celular -para que pudieran rastrearlo mediante el GPS-, junto con 15 miembros de su familia y amigos muy cercanos, que viven en uno de los condados angelinos. No obstante, la relatoría reincidente de la Fiscalía General del domingo, lo pone no solo en entredicho sino en calidad que podía interpretarse como de una traición, como lo sugiere en su carta Zambada. ¿O existe una interpretación alterna?
La declaración de El Mayo dice fue invitado a una reunión a un rancho llamado “Huertos del Pedregal”. El comunicado de la Fiscalía lo corroboró. Zambada dijo que ahí vio a Cuén y que ahí fue asesinado. La Fiscalía afirma que en el rancho encontraron sangre que corresponde a la del diputado. En la carta señala que fue engañado y emboscado por Joaquín. El boletín de la Fiscalía dice que en “la desaparición forzada de varias personas… (está) vinculado directamente Joaquín”. Zambada aseguró que también asesinaron en el rancho a Rodolfo Chaidez, que era uno de sus guardaespaldas. El comunicado oficial informa que en el automóvil que se utilizó para fingir la muerte de Cuén en una gasolinera lejana al rancho, se encontró sangre que correspondía a “Rodolfo”.
El Mayo negó la versión de la Fiscalía General de Justicia de Sinaloa que Cuén hubiera muerto por los disparos de dos personas que iban en una motocicleta y le querían robar la camionera, que llamó una “falsa historia”. La Fiscalía dijo en el comunicado que la versión de las autoridades sinaloenses era un “montaje” y que buscaba fincar responsabilidades penales y administrativas a policías, ministerios públicos, peritos y otros funcionarios de la fiscalía estatal. Es decir, Zambada tenía razón; Rocha Moya mintió.
Gertz Manero sabía hace tiempo que el gobernador lo estaba engañando sobre lo que había sucedido y en dos ocasiones se lo dijo al ex presidente Andrés Manuel López Obrador, que le pidió que apoyara al gobernador. ¿Por qué razón? Rocha Moya era el enlace de Palacio Nacional con Zambada para asuntos político-electorales. Lo que López Obrador no sabía, según un informe de inteligencia, era que Rocha Moya, para obtener inmunidad para él y su hijo en Estados Unidos, traicionó al Mayo.
El uno-dos de la Fiscalía y la audiencia de Ovidio refleja también en dónde están paradas las partes. Los chapitos y Rocha Moya están alineados a los intereses de Washington. Zambada, su hijo y sus aliados que están en guerra contra los hijos del Chapo, tienen el respaldo implícito del gobierno mexicano. La historia está escribiéndose.
Falta el siguiente paso de Gertz Manero para alcanzar a Rocha Moya, y que declare sobre su responsabilidad en los sucesos del 25 de julio, cuando capturaron a Zambada, aunque no tiene margen de maniobra por el “montaje” sobre el asesinato de Cuén. Solo los chapitos podrían salvarlo si declaran que no tenían relación con él, pero la colaboración con Estados Unidos, sin embargo, pasa por que revelen qué funcionarios en Sinaloa y la Ciudad de México, los protegían.
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