La batalla por el maíz

En lugar de prohibir el maíz transgénico, la clave está en regularlo. México debería establecer un control estricto sobre dónde se cultiva cada tipo de maíz e invertir en investigación y desarrollo para mejorar las variedades nativas, haciéndolas competitivas frente a las transgénicas.

Escrito en OPINIÓN el

Recientemente, un panel del mecanismo de solución de disputas del T-MEC resolvió una controversia en favor de Estados Unidos y en contra de México sobre el comercio del maíz transgénico entre ambos países. El panel concluyó que no existen pruebas científicas que respalden el argumento de México sobre los supuestos daños a la salud humana ocasionados por el consumo de maíz genéticamente modificado, ya sea directamente o a través de productos derivados de animales alimentados con este grano. Este fue el argumento central de la defensa mexicana, aunque, en mi opinión, resultó ser una estrategia débil.

Es importante desglosar los diversos temas que convergen en esta controversia. Por un lado, está el uso del maíz transgénico como alimento para humanos y ganado; por otro, la siembra de éste en territorio mexicano; también destaca la autosuficiencia de México en la producción de maíz, y, finalmente, las importaciones del grano y la protección del mercado interno. Otros aspectos relevantes, como los sistemas de apoyo al campo y las funciones de la Secretaría de Agricultura, quedan fuera de este análisis, aunque incluiré algunos comentarios al final.

El argumento sobre la salud:

En cuanto a la idoneidad del maíz transgénico para el consumo humano, el panel determinó que no hay evidencia científica que sugiera riesgos para la salud, ya sea a través del consumo directo o indirecto (por animales como pollos, cerdos o vacas). Y en 30 años de utilizar este producto no existe una sola prueba del daño argumentado. Como este fue el principal argumento de México, era inevitable que resultara insuficiente.

El argumento de las variedades nativas:

Un argumento secundario, considerado por algunos como “patriótico”, es que el cultivo de maíz transgénico podría afectar la rica diversidad de subespecies nativas de maíz en México. Este punto, en mi opinión, debió ser el eje central de la defensa. La razón radica en el proceso natural de polinización que tiene el maíz, en donde dos campos sembrados con variedades diferentes pueden terminar con un resultado de polinización cruzada, en donde el polen de una planta puede fertilizar a otra a través del viento, insectos o aves. Considerando que el maíz transgénico es mucho más fuerte y resiste a las plagas o falta de agua, esto implicará que un campo sembrado con maíz transgénico puede, con el tiempo, contaminar genéticamente los cultivos nativos cercanos, poniendo en riesgo su permanencia.

El maíz transgénico así, diseñado para ser más resistente y productivo, podría desplazar paulatinamente a las variedades tradicionales, especialmente si no se toman medidas estrictas de control. A largo plazo, esta situación podría conducir a la pérdida de nuestras variedades nativas, un patrimonio cultural y agrícola invaluable.

La regulación como solución:

Un contraargumento podría ser que las autoridades mexicanas deberían implementar un sistema eficiente para controlar qué campos se dedican al cultivo de maíz nativo y cuáles al transgénico, y que dichas zonas estén alejadas unas de otras. Sin embargo, considerando la capacidad limitada para aplicar y supervisar regulaciones, es probable que esto termine en polinización cruzada descontrolada y en la eventual desaparición de las variedades nativas.

Ante esta incapacidad, la solución más sencilla parece ser la prohibición total del maíz transgénico en territorio mexicano. Sin embargo, esta medida tiene sus propias consecuencias. La prohibición impactaría de inmediato a los consumidores, pero también a los agricultores y a toda su cadena de valor, y, en el peor de los casos, fomentaría el contrabando y el comercio informal, agravando el problema.

Comercio y autosuficiencia:

Prohibir la importación y comercialización de maíz transgénico no resolverá la cuestión. Dada la vulnerabilidad de nuestras aduanas, es probable que el maíz transgénico siga entrando al país de manera ilegal, con cultivos dispersos y sin control. Esto no sólo socavará las regulaciones, sino que acelerará la pérdida de nuestras variedades nativas.

En lugar de prohibir, la clave está en regular. México debería establecer un control estricto sobre dónde se cultiva cada tipo de maíz, al mismo tiempo que invierte en investigación y desarrollo para mejorar las variedades nativas, haciéndolas competitivas frente a las transgénicas.

La batalla por el maíz no es sólo una cuestión de comercio o salud, sino de soberanía alimentaria y preservación cultural. Regular con inteligencia y fortalecer las capacidades locales es el camino hacia una solución sostenible. 

 

El autor es exfuncionario de la Secretaría federal de Economía y especialista en inversión extranjera y desarrollo económico

Correo electrónico: gcanales33@hotmail.com