El mundo se encuentra en su momento de mayor incertidumbre y turbulencia desde la Guerra Fría. El ataque terrorista perpetrado por el Estado Islámico en Rusia la semana pasada (que ya eleva sus números a 137 muertos) ha unido de manera inesperada los dos conflictos que tienen al mundo pendiendo de un hilo, la guerra Rusia-Ucrania y el conflicto Israel-Hamas en el Medio Oriente, escenario de operación del Estado Islámico, complicando aún más el entramado de intereses de estos actores.
Ello, aunado a la confrontación por la hegemonía entre Estados Unidos y China, y la cada vez más plausible invasión china a Taiwán (hace días se detectó la mayor cantidad de aviones militares chinos cerca de la Isla), han avivado temores sobre la posibilidad de una tercera guerra mundial.
En un panorama sombrío marcado por estas tensiones geopolíticas y rivalidades profundamente arraigadas, marco en el que el propio Vladimir Putin expresó la posibilidad de una nueva guerra global pues “todo es posible en el mundo moderno”, es imperativo que la comunidad internacional redoble sus esfuerzos para promover el diálogo, la diplomacia, la cooperación y unirse contra amenazas comunes.
De lo contrario, corremos el riesgo de caer en un abismo de destrucción y sufrimiento del cual podríamos no ser capaces de recuperarnos.
Además del inminente impacto humano y político, un conflicto a gran escala tendría graves repercusiones económicas a nivel mundial.
La interconexión global implica que cualquier perturbación en una región impacta en todas partes. La interrupción de las cadenas de suministro, el aumento de los precios de los productos básicos, la volatilidad de los mercados financieros o bien, la destrucción de infraestructura física y digital podrían llevar a una recesión global de proporciones nunca antes vistas.
México, que se encuentra en un momento crucial de su historia con el auge del nearshoring, no sería inmune a las múltiples consecuencias de un conflicto a gran escala.
Es por ello que debemos estar unidos y aportar nuestras capacidades. México, con el potencial que tiene, debe recuperar su estatus en el escenario internacional lo más pronto posible, asumir un papel proactivo y jugar un rol fundamental como voz de los países en vías de desarrollo que tendría una fuerza considerable como bloque unido para prevenir cualquier escalada de los conflictos.
Una tercera guerra mundial está a la vuelta de la esquina y entre tanto golpeteo interno parece que no nos damos cuenta.
Abner Reyna
Maestro en Economía Política Internacional
Miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales