Puerta dorada

El sueño americano se convirtió en pesadilla por la despiadada política migratoria que como oferta de campaña hizo Trump señalando de manera generalizada a todos los indocumentados como criminales

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Escrito en OPINIÓN el

“Denme a sus cansados, a sus pobres, a sus masas hacinadas que anhelan libertad. Los desechos miserables de sus costas rebosantes. Envíenme a estos, los sin hogar, los sacudidos por la tormenta, levanto mi lámpara junto a la puerta dorada”.

Fragmento del poema de Emma Lazarus inscrito en el pedestal donde descansa el mayor símbolo de esperanza, libertad y bienvenida a Estados Unidos que es la Estatua de la Libertad. Hace más de 100 años, este icono del sueño americano comenzó a dar la bienvenida a todos los inmigrantes procedentes de todo el mundo, principalmente de Europa buscando un refugio para reconstruir un hogar y formar una familia, procedentes de tierras que antes habían sido suyas y de las que la guerra, el hambre y la persecución política los expulso.

Antes y durante la segunda guerra mundial los expatriados después de trágicas travesías por el mar encontraban, en la isla de la libertad enmarcada por su estatua situada en la bahía de Nueva York, el primer contacto con la esperanza de una nueva vida en libertad, esa que les había sido arrebatada por la fuerza del hombre y del hambre.

Así con la llegada de millones de hombres y mujeres procedentes de todo el mundo y de todas las culturas que encontraron en la patria liberada por Washington un lugar en el que, sumando todas sus diferencias culturales, valores y capacidades lograron construir con el aporte de todos ellos el país más poderoso del mundo.

Con el paso del tiempo y por las mismas razones, el sueño americano siguió siendo símbolo de esperanza para todos “los sacudidos por la tormenta” como reza el poema y la inmigración se hizo extensiva procedente de México, Centro y Sudamérica. Con papeles y sin ellos, nuestros hermanos también llegaron y contribuyeron en la construcción de las más grandes ciudades y economías como las de Los Ángeles, Chicago, Nueva York y Houston, ningún otro país con tanta pluriculturalidad, sin duda su grandeza se debe a ello

El sueño americano se convirtió en pesadilla por la despiadada política migratoria que como oferta de campaña hizo Trump señalando de manera generalizada a todos los indocumentados como criminales, empezando su persecución y como castigo la deportación sin consideraciones.

Imposible comprender como muchos de sus votantes ahora reniegan de su pasado, olvidando sus propias historias o las de sus padres y abuelos, estando a favor de la deportación para aquellos que hoy como antes, tuvieron la desgracia de emigrar a ese país por hambre o por miedo, ninguno por gusto o aventura dejó a sus hijos y abandonó su patria.

Construyeron casas, sirvieron platos, limpiaron ciudades, cosecharon alimentos para quienes ahora los persiguen para volver a la desgracia de la que huyeron.

Que borren el poema de Lazarus, decidieron apagar la antorcha y cerrar la puerta dorada, antes símbolo de libertad y bienvenida, hoy prisión y despedida.