Transcurrida la mitad del plazo que Trump concedió a México para que demostrara su buena voluntad emprendiendo acciones específicas para detener el tráfico de fentanilo y migrantes hacia Estados Unidos a cambio de suspender temporalmente la imposición de aranceles generales, es apenas un escarceo de lo que nos espera.
Cuatro largos años de subibaja en la relación con nuestro vecino y socio comercial más importante, está muy molesto y sus seguidores también, la narrativa de que México es el enemigo los convenció de que todos sus males son culpa nuestra, olvidan que las drogas y los inmigrantes cruzan sus puertas y recorren aquel país como si fueran invisibles, acusan que nadie de aquí los detiene, pero soslayan que nadie de allá tampoco. Somo responsables de la puerta de salida, pero ellos tienen la llave de la de entrada.
Compartimos fronteras y la definición de una estrategia para atacar el problema tendrá repercusión del otro lado, la solución debe responder a un plan conjunto para combatir narcotraficantes y polleros. Ambos países deben reconocer sus fortalezas, debilidades y responsabilidades sin envolverse en una falsa concepción de la soberanía nacional que impide aceptar o reconocer áreas de oportunidad en las que nuestro vecino puede ayudar.
México no puede negar que el crimen organizado ha comprometiendo la seguridad nacional, drones bomba y minas explosivas empiezan a ser más frecuentes en el escenario nacional, Estados Unidos debe reconocer que el comercio y consumo de fentanilo por sus habitantes es un tema bajo su responsabilidad.
Mientras el discurso de ambos líderes siga en la dinámica de reprocharse mutuamente y negar sus realidades, cualquier plazo será insuficiente para llegar a acuerdos manteniéndonos al filo de la navaja, trayendo como consecuencia incertidumbre política y económica que cada país deberá enfrentar según sus circunstancias, asumiendo el costo político para sus líderes y partidos. Tarde o temprano rodarán cabezas.
Las expectativas de ambos líderes son muy elevadas, iniciaron con bonos de popularidad muy altos, pero tienen caducidad definida, nuestro vecino ha ofrecido un espectáculo tipo Hollywood y aquí la oferta es que los recursos no se agotarán para los programas sociales que mantienen a un electorado cautivo, sostener ambas expectativas es imposible, depende de quien decida jalar el gatillo.
Las agendas no son compatibles, Trump está acostumbrado a ganar todo y la Presidenta Sheinbaum tiene que escoger entre una derrota política reconociendo el fracaso de los abrazos para recurrir a los balazos, que bañará a México de sangre como en Sinaloa y Tabasco o una derrota económica que pondrá en aprietos a todos, incluyendo programas sociales y elefantes blancos.
Una disyuntiva convertida en tormenta perfecta, una oportunidad para deslindarse de quien tendió la trampa o seguir cavando el pozo juntos. La primera opción sería republicana y quizá la tabla de salvación, la segunda hundiría a México y acabaría con Morena como alternativa política. El subibaja populista, todo o nada.