Cada vez son más los vecinos que se me acercan con una preocupación compartida, casas abandonadas que se han convertido en ruinas peligrosas. Muchas vecinas y vecinos me han platicado de este problema que les afecta directamente.
En colonias tradicionales de Monterrey, como la Independencia, la Obrera o la Mitras, no es raro ver viviendas que alguna vez fueron hogares llenos de vida, hoy convertidas en escombros llenos de miedo. Muchas están atoradas en juicios intestados, otras quedaron solas tras la muerte de sus últimos propietarios. Mientras tanto, se deterioran y se llenan de riesgos: son focos de inseguridad, insalubridad, incendios, robos y consumo de drogas.
Este no es un asunto menor. Según datos del INEGI, en Nuevo León hay más de 52 mil viviendas abandonadas, muchas de ellas en zonas urbanas. No solo afectan la imagen de la ciudad, afectan la vida cotidiana de quienes tienen que vivir junto a ellas, en general, a los vecinos de una colonia.
Los regios están preocupados por su ciudad, y tienen razón. Nadie debería vivir al lado del miedo. Nadie debería resignarse a que su calle se deteriore. El derecho a vivir con dignidad en un entorno seguro está reconocido en nuestra Constitución y en foros internacionales como ONU-Hábitat. En la Ciudad de México ya lo están poniendo en práctica. En Nuevo León, vamos tarde.
Por eso, desde el Congreso, quiero proponer mesas de trabajo con vecinos, urbanistas, notarios, autoridades municipales y estatales, para atender este tema. Porque si a la ciudadanía le preocupa, a mí me ocupa.
Se puede construir una ruta legal y ciudadana para darles destino a estas propiedades, por ejemplo crear un registro de viviendas abandonadas, publicar edictos para localizar herederos, ofrecer asesoría jurídica para destrabar juicios, e incluso considerar la expropiación cuando la propiedad causa un daño evidente al entorno.
Con respeto al derecho de propiedad, pero también con firmeza frente al deterioro, vamos a impulsar soluciones que regresen la vida y la seguridad a nuestras calles. La ciudad es de todas y todos. Recuperarla es posible si nos atrevemos a actuar y cuidar la calidad de vida de Nuevo León.