Reflexiones a 15 años del Huracán Alex

Escrito en OPINIÓN el

La geografía decidió colocarnos en un valle escoltado por imponentes montañas, nuestra ubicación nos regala  todos los días una vista sorprendente de rocosas  maravillas naturales, pero también nos hace muy vulnerables ante las lluvias torrenciales

La ciudad tiene una relación de amor/odio con las precipitaciones, por una parte alivian las sequias recurrentes en nuestra entidad, pero por otra, a lo largo del tiempo nos han costado millones y millones de pesos en daños, y también han causado la perdida de cientos de vidas humanas.

La historia neoleonesa tiene registradas fuertes inundaciones,  en 1612, en 1636, 1716, 1752, 1756, 1775, 1810, y 1881. De esos eventos solo hay unas pocas crónicas y no es hasta la inundación de 1909 que empieza a formarse un archivo robusto de los fenómenos hídricos que han azotado la ciudad.

De ese trágico suceso la historia relata en crudas palabras: ““Manzanas enteras borradas de la ciudad con todo y sus moradores, muchos de ellos encontrados en los recodos aledaños a Fundidora, a Cañada Prieta y en San Sebastián de los Lerma. Cadáveres de niños y adultos siguieron apareciendo días después en las riberas del San Juan, en Cadereyta, en China y hasta en el río Bravo, a la altura de Camargo, Tamaulipas”

La tragedia se volvió a repetir con el Gilberto en 1988 donde al menos murieron 200 personas, y finalmente en el 2010 llegaría el todopoderoso “Alex”. Ese día el Santa Catarina rugió como nunca, y después del paso de las aguas, el fenómeno nos dejó importantes reflexiones.

En las colonias de cumbres vimos los efectos del desarrollo urbano irrespetuoso con cañadas y escurrimientos, deslaves que se llevaron automóviles y que invadieron casas.

También fuimos testigos de la corrupción administrativa, al salir a la luz  fraccionamientos que fueron construidos sin contar con todos los permisos necesarios, como lo es el caso de la Colonia Urbi villa en García, ya que cuando se presentaron los hechos destructivos y los vecinos buscarón apoyo municipal, se destapó que el ayuntamiento ni siquiera reconocía el asentamiento, que no estaba dado de alta en sus archivos.

Hemos visto como la invasión  a cerros y montañas ha transformado la vulnerabilidad de la ciudad ante las lluvias.

La avenida Leones ahora se inunda con una gran rapidez ante lluvias simples, En San Pedro el aumento de la velocidad del agua por la pérdida de capa vegetal ocasionó un importante socavón además de tener en vilo la infraestructura de drenaje.

Importantes zonas viales en toda la metrópoli como tramos de la avenida Fidel Velázquez, Lázaro Cárdenas y Avenida Concordia tienen que ser cerrados ante precipitaciones leves, además de que importantes sectores de Juárez, Apodaca, Guadalupe y San Nicolás, sufren inundaciones rápidas y constantes ante meteoros simples.

Todos estos hechos de poco parecen haber servido en materia de desarrollo urbano, se siguen invadiendo áreas naturales protegidas, se sigue llenando el Parque Nacional Cumbres de concreto, se autorizan construcciones sin una debida manifestación de impacto ambiental, y ante todo eso queda la reflexión más importante.

Todos los ejemplos de destrucción hídrica a lo largo de cuatro siglos, no nos han servido para cambiar el paradigma de desarrollo urbano. Seguimos permitiendo construcciones de mansiones en las puntas de las montañas,  y la corrupción sigue siendo la que manda por sobre la lógica y la ingeniería.

Hoy que se cumplen 15 años del huracán Alex, debemos reflexionar si estamos siendo respetuosos con nuestras montañas, y cuáles son las consecuencias de lo que hacemos con ellas. Esperemos la próxima lluvia torrencial perdone nuestra insensatez para con el medio ambiente y que aprendamos de ella, logrando quizá en un futuro tener una relación armónica con nuestras majestuosas montañas.