La sociedad tiende a imitar conductas de quien la gobierna, es así como la impunidad se multiplica para convertirse en la más grave calamidad que nos lleva a convertirnos en uno de los países peor calificados del mundo en materia de justicia y seguridad.
La impunidad considerada como la ausencia de castigo a quien rompe una ley cualquiera que sea su jerarquía alcanza a todos los niveles y ordenes sociales públicos y privados. Ahí están los maestros tomando casetas de cuota, en defensa de su libertad de expresión y manifestación; lo mismo sucede cuando son “descubiertas” refinerías de huachicol y laboratorios de fentanilo clandestinos, lo mismo que retenes carreteros operados por la delincuencia organizada para controlar el tráfico de mercancías o el cobro de piso por operar comercios y negocios, desde las minas hasta los estanquillos, siempre con la complacencia de las autoridades.
“Abrazos y no balazos” y “a mí no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”, frases convertidas en prólogo de la impunidad que se propago como epidemia nacional contagiando a todo tipo de autoridades, que en nombre del “pueblo bueno y sabio” han desafiado leyes y tribunales a sabiendas de que el castigo solo caerá en aquellos que se opongan a la cuarta transformación, ese ideario político que está por encima de la Constitución y sus leyes.
La lealtad y la complicidad son el salvoconducto para la impunidad. Ahí está el caso de tantos políticos opositores que antes eran escoria y ahora distinguidos miembros del régimen; los acordeones utilizados para la elección judicial, interpretados ahora como legítimas guías de orientación; la corrupción de Segalmex, la destrucción de la selva maya, las aduanas como un barril de corrupción sin fondo y así una larga lista de hechos y eventos que nos colocan en mundos paralelos, lo que antes era un crimen, hoy merece un premio.
Cuando la realidad supera a la ficción nos enteramos que la irresponsable y criminal actuación de Hugo López Gatell a cargo de las desastrosas políticas de salud con que enfrentamos a la COVID 19, fue premiada con su designación como representante de México ante la OMS. Que rápido olvidamos el dolor de aquella desgracia mundial que en México fue una tragedia que cobró la vida de cientos de miles.
Así se honra la memoria de quienes perdieron la vida por causa de una pésima gestión en las políticas de salud que contravinieron prácticas y protocolos mundiales porque políticamente no eran convenientes, lo importante para el Dr. López Gatell no era evitar las muertes sino una confrontación con AMLO que nunca dimensionó la fatalidad que produciría privilegiar circunstancias políticas antes que consideraciones científicas.
Cuando el poder es impunidad, la anarquía es una peligrosa posibilidad para buscar un límite entre lo absurdo y la razón, ahí está Sinaloa bañado en sangre. Del amor al odio hay un paso.